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Ser Hermano, un desafío evangélico y misionero

Hno. Eric T. de Clermont-Tonnerre, op
Roma, 7 de mayo de 2022

Fragmento de su intervención durante el 46 Capítulo General.

 

Fraternidad y comunidad

En nuestras sociedades la palabra «comunidad» se ha vuelto banal y podría incluso esconder una trampa. En Francia, por ejemplo, se habla de la comunidad musulmana, de la comunidad asiática, de la comunidad homosexual… Se nota también un cierto desarrollo del comunitarismo, que consiste en hacer valer las especificidades de una comunidad -étnica, religiosa, cultural, social…- en el seno de la sociedad en su conjunto. El comunitarismo puede provocar una cierta crisis en la comunidad nacional, en la escuela, en la comunidad eclesial.

Desde el punto de vista religioso, se habla a menudo y con facilidad de las derivas sectarias de las que ciertas comunidades pueden ser víctimas. Toda comunidad puede fundarse, principalmente al principio y luego exclusivamente, sobre la similitud: el mismo origen, la misma identidad, la misma religión, las mismas convicciones. Los estudios han destacado con frecuencia la diferencia en una secta y la Iglesia. Nuestra Iglesia se dice Una, pero su unidad se enriquece y sanea por los otros calificativos afirmados en el Credo: su santidad (que la Iglesia es beneficiosa para sus miembros y quienes los rodean, en particular para las demás comunidades), su catolicidad (que asume todas las diversidades de raza, de cultura, de lengua, de costumbres), su apostolicidad (que suscita nuevas adhesiones y comuniones, respetando la libertad de los demás). Estos «calificativos» de la Iglesia pueden inspirar la fraternidad.

Lo que construye una comunidad no es la similitud, ni la connivencia, ni los intereses comunes, ni los sentimientos de bien-estar. Lo que hace una comunidad es la necesidad que tenemos los unos de los otros, diferentes -en nuestras sensibilidades, nuestras convicciones, nuestras ideas, nuestros proyectos-, para entregarnos juntos a una tarea común en la que estamos comprometidos. Ser hermano es reconocer al otro como diferente y, sin embargo, sentirse parecido a él y hacerse cercano a él.

En la comunidad hay que desarrollar la fraternidad, que comienza por el respeto de los unos a los otros, y se desarrolla luego reconociendo la necesidad que tenemos los unos de los otros y el deseo de ser miembros los unos de los otros, en la complementariedad y la interdependencia: estar juntos, vivir juntos, pensar juntos, actuar juntos, celebrar juntos… 3

De esta forma, el desarrollo de la fraternidad depende más de la circulación de la palabra que del bien común o la acción común, que solo pueden cobrar sentido por la palabra, la escucha mutua, la reflexión conjunta, el diálogo…

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Lee la conferencia completa aquí: Eric T. de Clermont-Tonnerre – SER HERMANO, UN DESAFÍO…